sábado, 9 de noviembre de 2013

La terrible paz de Santos y las Farc.

Por más de 50 años las Farc han asesinado, secuestrado, violado, desmembrado, extorsionado y desplazado a la población colombiana. Son los mayores perpetradores de barbarie y crímenes de lesa humanidad, pero que para el Gobierno indolente, falso y mentiroso de Juan Manuel Santos, solo son unas mansas palomas que vienen con un mensaje de paz traído desde La Habana. Desde la misma Habana de los comunistas Castro. Esos mismos que hacían negocios con Pablo Escobar.
Al completarse un año de la fachada en Cuba entre Gobierno y cabecillas de esta agrupación narcoterrorista, el balance no puede ser otro que el de millones de colombianos han advertido y previsto desde que se empezó a gestar el circo falaz con un “diálogo exploratorio” que sin ninguna duda, fue la excusa más barata que el Presidente de la República de Colombia encontró para salvaguardar su buen nombre después de que Álvaro Uribe Vélez, diera a conocer este plan macabro para Colombia y su democracia.
Hoy, logran un acuerdo en política. Política funesta para el pueblo pues ¿qué esperamos de los delincuentes más grandes que ha tenido el país? La paz la queremos todos los colombianos, pues ello nos garantiza desarrollo y mejores condiciones de vida, pero ¿a qué coste? ¿Por qué se condena al que se roba un caldo de gallina, y no a los homicidas criminales de esta agrupación calificada como narcoterrorista por países como EE.UU y europeos?
Los que estamos en contra de ese proceso, no estamos en contra de la paz, señores. Estamos en contra de la forma en que todo se está acordando por debajo de la mesa. A espalda de los colombianos. Basta con saber que tienen un “contrato de confidencialidad”  que representa los más oscuros intereses de Santos y la guerrilla. Unos quieren llegar al poder, otro mantenerse en él.
La paz debe darse como un proceso de reconciliación. La paz debe darse como un proceso encaminado en la reintegración de estos factores armados a la sociedad ¡claro¡ pero para corregir sus comportamientos criminales deben estar en una institución de reclusión en donde se les brinde espacios para el arrepentimiento y el cambio de conducta física y moral
No es buen negocio para los 46 millones de colombianos tener a “Timochenko, Grannobles, Iván Márquez, Jesús Santrich” entre otros, de líderes políticos en el país.
 La historia misma se ha encargado de demostrarnos que son ajenos al liderazgo del pueblo y, que por el contrario, atacan y acribillan a las personas buscando solo un objetivo que es muy claro y no hay forma de discrepar sobre ello. Ese objetivo es conseguir cocaína para exportar y así obtener millones de dólares para mantener a sus familias en el exterior como unos reyes, mientras que en el territorio nacional, hay madres que por años han llorado la ausencia de sus hijos secuestrados a manos de estos caníbales sin vergüenza alguna.
No es justo que mientras ellos se encuentran en un yate gozando de buena vida bajo el auspicio de la Casa de Nariño, los compatriotas de toda la nación, lloren a las víctimas y, en muchos casos, clamen con desespero que les devuelvan el cadáver de los hijos que un día se llevaron a la fuerza y que nunca devolvieron.
Colombianos, la paz es buena, muy buena pero en proporción y conforme a la manera en que se haga. La paz duradera no la garantiza la impunidad. La paz para que perdure debe venir acompañada de actitud de reconciliación y perdón, no de carros bombas, tatucos ni minas antipersonas.

Heider Logatto Cuadros.
Estudiante de Comunicación Social.

@heiderlogatto