Por más de 50 años las Farc
han asesinado, secuestrado, violado, desmembrado, extorsionado y desplazado a
la población colombiana. Son los mayores perpetradores de barbarie y crímenes
de lesa humanidad, pero que para el Gobierno indolente, falso y mentiroso de
Juan Manuel Santos, solo son unas mansas palomas que vienen con un mensaje de
paz traído desde La Habana. Desde la misma Habana de los comunistas Castro.
Esos mismos que hacían negocios con Pablo Escobar.
Al completarse un año de la
fachada en Cuba entre Gobierno y cabecillas de esta agrupación narcoterrorista,
el balance no puede ser otro que el de millones de colombianos han advertido y
previsto desde que se empezó a gestar el circo falaz con un “diálogo
exploratorio” que sin ninguna duda, fue la excusa más barata que el Presidente
de la República de Colombia encontró para salvaguardar su buen nombre después
de que Álvaro Uribe Vélez, diera a conocer este plan macabro para Colombia y su
democracia.
Hoy, logran un acuerdo en
política. Política funesta para el pueblo pues ¿qué esperamos de los
delincuentes más grandes que ha tenido el país? La paz la queremos todos los
colombianos, pues ello nos garantiza desarrollo y mejores condiciones de vida,
pero ¿a qué coste? ¿Por qué se condena al que se roba un caldo de gallina, y no
a los homicidas criminales de esta agrupación calificada como narcoterrorista
por países como EE.UU y europeos?
Los que estamos en contra de
ese proceso, no estamos en contra de la paz, señores. Estamos en contra de la
forma en que todo se está acordando por debajo de la mesa. A espalda de los
colombianos. Basta con saber que tienen un “contrato de confidencialidad” que representa los más oscuros intereses de
Santos y la guerrilla. Unos quieren llegar al poder, otro mantenerse en él.
La paz debe darse como un proceso
de reconciliación. La paz debe darse como un proceso encaminado en la
reintegración de estos factores armados a la sociedad ¡claro¡ pero para
corregir sus comportamientos criminales deben estar en una institución de
reclusión en donde se les brinde espacios para el arrepentimiento y el cambio
de conducta física y moral
No es buen negocio para los
46 millones de colombianos tener a “Timochenko, Grannobles, Iván Márquez, Jesús
Santrich” entre otros, de líderes políticos en el país.
La historia misma se ha encargado de
demostrarnos que son ajenos al liderazgo del pueblo y, que por el contrario,
atacan y acribillan a las personas buscando solo un objetivo que es muy claro y
no hay forma de discrepar sobre ello. Ese objetivo es conseguir cocaína para
exportar y así obtener millones de dólares para mantener a sus familias en el
exterior como unos reyes, mientras que en el territorio nacional, hay madres
que por años han llorado la ausencia de sus hijos secuestrados a manos de estos
caníbales sin vergüenza alguna.
No es justo que mientras
ellos se encuentran en un yate gozando de buena vida bajo el auspicio de la
Casa de Nariño, los compatriotas de toda la nación, lloren a las víctimas y, en
muchos casos, clamen con desespero que les devuelvan el cadáver de los hijos
que un día se llevaron a la fuerza y que nunca devolvieron.
Colombianos, la paz es
buena, muy buena pero en proporción y conforme a la manera en que se haga. La
paz duradera no la garantiza la impunidad. La paz para que perdure debe venir
acompañada de actitud de reconciliación y perdón, no de carros bombas, tatucos
ni minas antipersonas.
Heider Logatto Cuadros.
Estudiante de Comunicación Social.
@heiderlogatto